13 noviembre, 2013

CRUDA REALIDAD

Por Josefina Leroux

cruda-realidadLa hija de un alcohólico puede sorprenderse al encontrar un libro que narre su historia. El tema es trillado, el mérito de Janet Geringer (autora de “Hijos Adultos de Padres Alcohólicos”) es el seguimiento que hace de las vidas adultas de los hijos de alcohólicos. Millones en nuestro territorio son descendientes de parranderos compadres.

Haber vivido en un hogar alcoholizado marca a sus miembros de por vida y les provoca patrones y reacciones incosncientes, que, una vez automatizadas, se repiten para siempre si no dan cuenta del origen de cada una, y como la repeticion fue haciendo un perfil de personalidad ajeno a una esencia desconocida.

Ansiedad

Cuando se vive en un estado de ansiedad y angustia por años, el cuerpo se acostumbra a funcionar en situación de alarma. Haciendo memoria, los hijos de alcohólicos recuerdan como cruzar el umbral de la puerta de su casa los llenaba de miedo e incertidumbre.

Podia suceder cualquier casa sin saber cuando ocurrira. Lo mas prudente resulta entonces callar, controlar y negar el torrente de emociones que por dentro inunda a los miembros de una familia alcoholica.

Acaban por no hablar, no confiar, no sentir, dice Claudia Black, autora de otro libro con ese nombre que habla del mismo tema.

“No se por que, pero me asusto facilmente”, me contaba un hombre; “mi estado es fragil siempre”.

Habia vivido con su padre alcoholico hasta el final de sus dias, fueron 40 años de incertidumbre y estres.

¿Que es normal?

“Tienen que adivinar cual es la conducta normal de una familia”, describe la autora de “Hijos Adultos de Padres Alcohólicos”. Para evitar ser descubiertos en el secreto alcoholismo de uno de los padres, los hijos fingen apariencias y mantienen relaciones fraudulentas con los extraños como si nada pasara. Pasan los años acumulando una carga emocional sentida que puede desbordarse en cualquier momento.

Ni siquiera son conscientes que muchos de sus males son reacciones lógicas de su historia familiar de alcoholismo que han sufrido.

Ya que su familia nunca fue sana, cuando les toca el turno de forma una propia, muchos esperan demasiado y se sienten frustrados de no lograr aquello que se prometieron un día de su hogar.

Promesas, promesas

“Mañana dejo de beber”, es la promesa mas escuchada en años. Solo promesas y metas interrumpidas por una borrachera que echa por la borda la mejor intención.

La disciplina escasea con la necesidad de adaptarse a las intempestivas circunstancias que surgen en los hogares alcohólicos. “Nos mudamos 5 veces”, me dijo una señora de clase alta, “mi padre siempre era despedido de sus trabajos. Tardan 6 meses en recuperarse del despido, antes de conseguir el siguiente”.

La desesperanza es el resultado, la inseguridad y desconfianza en las promesas de la gente y en la propia capacidad de llegar a cumplir un objetivo sin que algo se interponga.

La vida muy enserio

La experiencia traumática en los hogares de alcohólicos es de larga duración. Lo que suceda alrededor siempre esta bajo la sombra del drama. Hijos e hijas de estas familias tienen el doble de probabilidades de padecer trastornos emocionales y depresión. No hay razones suficientes para reír cuando se ha sufrido tanto. La gente divertida parece simple o superficial en la lente de la familia alcohólica. Ser felices es una meta demasiado ambiciosa para ellos.

Miedo a la intimidad

Mantener bajo llave los verdaderos sentimientos parece mantener a salvo a todos los miembros. Contencion que dificulta un encuentro sincero o intimo. La sensascion de falta de control sobre la conducta de los demas mantiene una distancia precautoria que impide la confidencia, la comunicacion profunda y la entrega.

Los y las hijas de alcoholicos tienen carencias afectivas pendientes que alguna vez sueñan reparar con una pareja ideal. Sin embargo, en espera de una utopia terminan por despreciar cualquier asomo de dicha.

El porvenir

Pero ya se demostró que infancia no es destino, de modo que no hay pretexto para sufrir de por vida la historia de una paternidad o maternidad inmadura o enfermiza.

Cada individuo es responsable de su felicidad y para conseguirla es necesario tomar decisiones haciendo uso de su libertad de actitud, la mas profunda de las libertades, dijo el padre de la logoterapia, Victor Frankl.

No se puede decidir en que hogar nacer ni elegir a los padres (aunque los que creen en reencarnación piensan que si), tampoco pueden evitarse los problemas mas que habrán de sufrirse en la niñez. Pero a partir de la adolescencia y con mas certidumbre en la adultez, puede decidirse que hacer con el daño pasado. ¿Querer seguir sufriendo por el resto de la vida, seguir jugando el papel de víctima? ¿Esperar a que alguien te haga feliz?

El costo de la dependencia es altísimo. Y seguir atada al pasado es una forma de vivir dependiente. Para dejar los resentimientos y poder perdonar, hace falta una introspección honesta de las personas; es indispensable un dialogo interno y también alguien que sepa escuchar.

A veces una terapia es el mejor camino cuando hubo mucho sufrimiento. El pasado si se puede cambiar.

Los recuerdos fueron almacenados en la memoria con una lente chiquita, proveniente de una mente infantil. Si se evoca y se trata de entender el pasado con mente adulta, habra una mejor comprension de la propia historia y la de los padres. Finalmente resultara otra historia en la que no se habia profundizado.