23 junio, 2020

¿Cómo se hace para cambiar?

Por Josefina Leroux

La psicoterapia no es arte de magia, incontables investigaciones y años de estudio han llevado a desarrollar metodologías para ayudar a la persona que sufre.

Lo primero es saber que en una relación terapéutica, el conocimiento y la experiencia del profesional se pone al servicio del consultante.

Desde el inicio de una terapia cada pregunta tiene un sentido.

¿Cuál es el motivo de consulta? En la respuesta la persona que pide ayuda resume su problema eligiendo el tema que más le preocupa.

¿Desde cuándo te sientes así? Encontrar el dato hace consciente circunstancias que pueden estar asociadas al problema.

¿Puedes hacerme un resumen de tu problema? Esta pregunta va encaminada a conocer la forma de ver la realidad de la persona.

Preguntar si ha intentado solucionarlo, a su vez, revela la actitud del que sufre hacia los problemas que la aquejan. La mayoría de las veces, lo que se ha hecho no ha sido suficiente y por eso piden ayuda.

En este punto puede iniciar no sólo el cambio en la forma de ver la realidad sino la responsabilidad para solucionar una problemática. Muchas veces, quienes sufren, desearían que los otros cambiaran. Objetivo que nunca se consigue, pues las decisiones de cómo comportarse son de cada quien.

Si se asume que los otros son culpables del propio malestar, sin darse cuenta les conceden el poder para que pueda ser diferente. Pero cada persona es responsable de su propio bienestar, sólo ella puede hacerse cargo también de sus decisiones y de las consecuencias de estas.

Al paso de las sesiones, la persona que hace la terapia va siendo cada vez más consciente de su papel en su vida y de cómo sin saberlo del todo ha facilitado que la realidad esté como esté.

La atención a los pensamientos es otra perspectiva que ayuda de forma importante al cambio. Los pensamientos son producto de complejas redes con las que interactuamos. La familia de origen en buena parte provee de información y creencias de cómo funciona la realidad y en la infancia no se cuestionan, se apropian sin cuestionar. Y más tarde en la vida salen a flote irreflexivamente, a veces haciendo mucho daño porque atentan contra si mismos o las personas más queridas.

Una de las creencias más perjudiciales es pensar que somos de alguna forma conformada por una esencia de naturaleza inmutable. «Yo soy así, qué le vamos a hacer», desahucia a una persona. Pero el ejercicio de reflexión del proceso de convertirse en quienes son hace ver el entramado de influencias detrás del ser, dadas por el continuo interés por pertenecer.

La narración del problema desvela la mente del consultante, la experiencia subjetiva del problema, cómo lo vive personalmente. Pero también habla del entendimiento social del mismo, habla de prejuicios o estereotipos.

Así mismo refiere el grado de afectación y saturación de la experiencia que le lleva a hacer terapia que cuando más tiempo y afectaciones haya acumulado, mayor la dificultad para sentirse motivada la persona para pensar y actuar diferente.

Empezando por la narración puede cambiarse el pasado. Nos han enseñado que el pasado está allí inamovible, pero al verlo desde diferente perspectiva se le encuentran otros ángulos que lo modifican. Las observaciones del terapeuta son imprescindibles para abrir la historia y ver otras dimensiones de la problemática.

A través de nuevas percepciones se modifica la experiencia y las emociones que provocaron los hechos dolorosos. Preguntar cómo se siente ahora, cómo ve a las personas que estuvieron implicadas, da lugar a que se tome una perspectiva ante la realidad y se mire en otra óptica.

El hecho de escucharse las personas simplemente les hace más conscientes. No es raro escuchar en las sesiones, ahora que lo digo, me doy cuenta de…

A veces hay que intervenir diciendo, ¿te escuchaste? hablaste en presente, hablaste en pasado. Los tiempos de los verbos usados revelan la cercanía de los problemas y del daño que provocaron.

Frecuentemente las personas toman los hechos personalmente cuando tienen otra lógica. Típico de la cultura de género. Me refiero a la tendencia de los hombres a callar; en la mayoría de las veces, no es por ignorar a las esposas sino por carecer de la habilidad de expresarse. Con la conciencia de este dato las mujeres dejan de sentirse excluidas.

Las características generacionales también afectan y hacen sufrir si no se miran en contexto. Los maridos que no se ocuparon de la crianza por ejemplo, no fe en un tiempo por falta de amor o interés sino porque se dedicaron a trabajar y a proveer como les enseñaron que debían amar a la familia. Concienciar los contextos ayuda a sanar.