COARTADA IMPERFECTA
5ª entrega
LIMBO
Josefina Leroux
Caminando por la calle Guerrero, les impresionó un anuncio gigante de neón: Limbo, decía. Las tres inseparables amigas empezaron a reír, a mirarse pícaras.
Estaban frente al famoso table dance; llegaron por casualidad y no podían desaprovechar la ocasión para asomarse. El dueño llegaba en ese momento y las tres chiquillas curiosas le llamaron su atención.
-¿Qué hacen por aquí?, les preguntó coqueto.
– Nada, respondieron entre risas ansiosas.
-¿Quieren pasar a conocer? Les invito una limonada.
Con la ternura de los 14 y 15 años, voltearon a ver a Roberta, la mayor de las tres y por algo la líder. Lo que dijera ella, harían. Lo pensó un par de minutos y les cuchicheó algo.
– Bueno, sólo tomamos una limonada y nos vamos.
Entraron por un pasillo angosto lleno de espejos con marcos plateados. Al final se abrió una puerta de vaivén, de pronto estaban en un salón como del tamaño de la cancha de
básquet del colegio. Estaba obscuro, haces de luces moradas se movían partiendo el humo del día anterior.
Emilia se tapó la nariz, olía a cigarro y a puro. – Guácala, les dijo en voz baja a las otras dos que simulaban no afectarse por los olores concentrados, revueltos con aroma de lociones baratas.
– Siéntense donde quieran, les dijo el hombre, un flaco con rasgos árabes. Escogieron unos banquillos altos frente a la barra. Calcularon más de mil botellas, pero quizás sólo fue ilusión óptica por el fondo de espejo en que rebotaban los colores de las luces que las resaltaban, lo que hacían inevitable voltear a verlas..
– Llámenme Miguel, pareció ordenarles. ¿Qué quieren tomar?, tenemos de todo, cualquier bebida del mundo si desean probar.
Nunca habían tenido tantas atenciones de un hombre de esa edad. Tenía más de cincuenta años pero se mantenía más delgado que los hombres de su tiempo.
Nuevamente empezaron las risitas. Roberta se envalentonó y respondió: – ¿qué nos sugieres? Diana, la más pequeña le dio un codazo.
– Voy a prepararles un martini de melón, es delicioso, les va a encantar. Los pidió al barman y en un instante les pusieron frente a cada una, una elegante copa; parecía un cono de cristal con un líquido rosado y un pequeño popote.
– No tengan miedo, pruébenlo, no se los voy a cobrar, hoy es ladies day, las chicas beben gratis.
Estaba vacío el lugar; Miguel, dándose cuenta del asombro de las chicas aclaró que la gente empieza a llegar después de las siete de la noche, a la salida de las oficinas. Eran apenas las cinco.
Se acabaron de tres sorbos el martini, estaba suculento.
– ¿Quieren otro, chulas?, les preguntó Miguel, mas en confianza.
– Bueno, dijo ahora Emilia. Y en un chasquido de dedos, les pusieron enfrente otro martini, ahora de menta.
Voltearon curiosas a ver los tubos que estaban a un lado de la barra.
– ¿Saben bailar? Que empiece la música ordenó Miguel a un mesero y en segundos,
Like a Virgin de Madona, sonaba a todo volumen.
– Uno más, les ofreció el barman. Sin esperar respuesta les sirvió uno de fresa a cada una.
– Nunca los habíamos probado, están buenos para mi fiesta de quince años, dijo Diana.
Estaban gozando el momento.
– Quieres bailar, le preguntó Miguel a Roberta y la jaló.
Bailaba como Ricky Martin. Ella, empezó a marearse.
– Nos van a matar en casa, comentó, empezando a ver como en otra dimensión los riesgos en su aventura. Estaban medio borrachas.
Miguel les dijo que no se preocuparan, se ofreció a llevarlas a su casa y mencionó algo para bajarles la borrachera. Con otro tronido de dedos un hombre que parecía guarura llegó con una vasija plateada con polvo blanco.
– Tomen un poco con sus dedos (les mostró cómo tomando una pizca entre el dedo gordo y su índice), y así, se lo meten en la nariz. Son los polvos mágicos de la felicidad, dijo respirando fuerte dos veces..Roberta, Emilia y Diana, imitaron a Miguel. Enseguida sintieron como si se hubieran conectado a una corriente eléctrica que les recorrió desde los dedos de los pies hasta la punta de sus cabellos.
De pronto estaban eufóricas, más conscientes de lo normal. Se pusieron a bailar dos rolas seguidas. Roberta miró el reloj, eran casi las siete.
– Te tomamos la palabra, Miguel, llévanos a casa, dijo Roberta sin pena alguna.
– Claro, respondió, las llevará Waldo, mi chofer. Y apareció el que había traído los polvos mágicos.
– Cuando quieran diversión ya saben que en Limbo pueden encontrarla. Mando por Uds. el miércoles para el ladies day.
Se despidieron con un beso de Miguel, agradecidas por la aventura vivida.
Subieron a un Cadillac color arena de modelo viejo, pero impecable.
Seguían emocionadas, sentían que les habían cargado las pilas al máximo. Sin embargo no hablaron en el camino, cada una traía su onda…
Afortunadamente no había tráfico y en pocos minutos ya estaban en casa de Diana.
Entraron y se encerraron en su recámara cerca de dos horas, incrédulas de lo que habían
vivido.
El siguiente miércoles regresaron al Limbo; el cielo estaba pintado de rosa con trazos anaranjados. Una luna muy llena completaba el paisaje. En la puerta preguntaron por
Miguel y de inmediato las pasaron. Ocuparon los mismos lugares en la barra. Queremos unos martinis, dijeron al barman seguras de sí mismas, aunque ligeramente nerviosas. En eso llegó Miguel con una sonrisa de oreja a oreja y les dio la bienvenida.
– Qué gusto de verlas nuevamente. Llegaron justo en la Happy Hour les anunció, cuando dos martinis de melón ya estaban frente a cada una. Las luces moradas, el humo y la música volvieron a hipnotizarlas.
En eso, del pasillo se escucharon voces de hombres discutiendo en voz alta. Miguel se puso de pie alterado y preguntó al guarura qué pasaba.
– Voy a ver, le respondió. Se dio media vuelta cuando una docena de policías con armas largas estaban frente a ellas.
– Está Ud. detenido, dijeron imperativos a Miguel. Está acusado de corrupción a menores y de delitos contra la salud. Estas jóvenes pusieron una denuncia en su contra. Miguel estaba lívido cuando lo esposaron y lo sacaron del Limbo.
josefina.leroux@gmail.com