24 enero, 2020

COARTADA IMPERFECTA

Por Josefina Leroux

3ª entrega

EL SOBRE AZUL

Josefina Leroux

Venía frente a mí, tan bajo, tan estruendoso que sentí que el avión iba a aterrizar sobre mí cuando dejé a Octavio en la puerta del aeropuerto.Estaba reponiéndome del susto cuando un Porche bloqueó mi paso; estaba a punto de gritarle pero bajó un tipo guapísimo, se acercó a la ventanilla de mi camioneta y me dijo: -¿eres Carmen? Sí.., respondí insegura, ¿quién eres?

-No me conoces. Ten, y me dio un sobre azul en la mano. No lo tires, tiene información que va a interesarte. Si tienes dudas, allí está mi teléfono.

Se subió a su carro deportivo y se fue, pintando llantas.

No sé porqué no lo tiré a la basura. Llegué a casa y lo guardé en un cajón porque los niños llegaron en ese momento del colegio gritando.

¿Qué les pasa?, parece un complot para desquiciarme.

-Tengo hambre, gritó, Tavito.

-Ya cállate, dijo el mayor, todos tenemos hambre y no gritamos.

Por la rutina en casa le resté importancia al sobre,  incluso olvidé el hecho hasta que regresó  Octavio pero no dije algo. Llegó inquieto pero después se relajó.

Nos pusimos a platicar en la terraza sobre su viaje. Era algo que mis amigas me envidiaban, un marido con quien conversar.

Reconozco que supe elegir. Estuve a punto de terminar por Jorge. Lo conocí con anillo de compromiso dado y aun así, me atolondró suficiente para dudar. Jorge y yo teníamos una química innegable, se nos mojaban los calzones con solo rozarnos. Era la mejor prueba, decía Jorge, de ser uno para el otro. Lo conocí en una fiesta estando Tavo de viaje. Bailamos toda la noche porque me fascinó desde el primer momento. Pero no pasó de unos besos y cachondeo por efecto de la música y las copas de ese día.

Pero no podía fallarle a Octavio, después de todo habíamos sido amigos desde siempre.  con todo y fiebre  por Jorge caminé hacia el altar y me casé con Tavo.

Construimos la casa poco a poco, diseñando los rincones según nuestros gustos y necesidades. La terraza era nuestro espacio favorito. Había una hamaca blanca doble, un sillón beige mullido, una mesa hecha de un viejo tronco de árbol y en las paredes se trepaban  plantas de todos los verdes y hortensias en macetas de barro.

Tenemos un ritual que disfrutamos. Cuando él dice, “estoy cansado”. Y yo también, respondo. Tavo, ipsofacto pregunta: “qué se te antoja”.

Nos gusta variar entre una copa de vino, tequila o wiskito. De la botana ni preguntamos, siempre versa  entre quesos y fruta que haya en el refri.

-Tengo mucho sueño, me dijo esa noche. Voy a dormir si no te importa.

Por supuesto que no. Ahí voy. Tardé un poco  tratando de encontrar en vano el sobre azul, no recordaba donde lo había puesto. Cuando llegué a la cama, Tavo estaba roncando. Me dormí a su lado tratando de ubicar el sobre.

Al día siguiente recordé donde lo había puesto, debajo del cajón de los pendientes. Llevé a los niños al colegio y regresé para desayunar con Octavio. Estaba como malhumorado. Se fue pronto a la oficina.

 Fui a la recámara por el sobre. Lo abrí sentada en la cama; estaba lleno de hojas y fotos del tipo que me dio el sobre. Todo se  esparcióó sobre las sábanas.

¿Quéé es esto?

Los textos eran impresiones de correos de la dirección de Octavio. En uno declaraba su pasión a…quién… ¿Es una extorsión, un chantaje?

Las fotos eran del tipo del Porche que firmaba como Marco y las dedicaba a Octavio: “para el amor de mi vida”, decía.

Empecé a sentirme muy mal, no podía creer lo que estaba leyendo. Empecé a sudar frío.

Busqué el teléfono del tipo y sin pensarlo le marqué impulsivamente. Me respondió de inmediato.

Quién habla, pregunté. –Eres tú, Carmen, preguntó.

Necesito hablar contigo. Quedamos de vernos en media hora en un café.

Estaba temblando cuando lo vi entrar. Era impactantemente guapo.  No podía ser este tipo amante de mi marido, nooo. Por mi marido sabía de un amigo suyo de hace años que era de humor muy negro, ¿era este tipo?, ¿me estaba jugando una broma?

¿Quién eres, qué quieres? Por qué me diste el sobre, ¿para qué?

-¿No te das cuenta todavía? Octavio y yo nos amamos, pero él dice que no puede confesártelo. El creyó que con el paso de los años lo intuirías.

Me repitió lo que estaba escrito del correo de Tavo.

-El quiere irse a vivir conmigo, está enamorado de mí. Creo que no es justo que vivas engañada y tampoco que él se sacrifique. Nos amamos.

No sé de donde me salió el coraje, trataba  de robarme a mi marido y no iba a permitírselo.

Pues te equivocaste. No voy a separarme. El perdedor eres tú. Octavio no me dejará, me quiere lo suficiente y ama a sus hijas, no podría hacernos eso.

No le diré algo de lo ocurrido.  ¡A ver si se atreve a decirme lo que tú afirmas!

Octavio es mío y no lo comparto, le dije segura. Me levanté, me subí a la camioneta y esta vez fui yo la que pintó llantas.