5 marzo, 2014

PERVERSIÓN EN LA POBREZA

Por Josefina Leroux

pobrezaEn un reciente viaje a Veracruz conocí a un chofer que también era agricultor. Sembraba naranjas en la parcela de sus padres. En tiempo de cosecha las vendía principalmente a una empresa de jugos regiomontana. Ellos ponían el precio. Quienes no aceptaban los centavos a los que compraban el kilo, permanecían en la carretera para vender a compradores pequeños siempre insuficientes para colocar las cosechas de tantos, por lo que al día siguiente, la misma empresa les daba la última oportunidad de comprarles la fruta pero castigándoles aún más el precio. 

La ganancia era lastimosa pero no tenía otra opción.
Este hecho me recordó el lema nazi sobre dejar morir al débil y al tonto para promover una raza más fuerte, principio que parece estar por debajo de estas relaciones de poder implícitas en la economía de mercado que explota y oprime a los más pobres.
Una realidad aterradora si imaginamos los millones que sufren esa dependencia. Porque amén de la violencia, la pobreza e ignorancia ancestrales deletrean la desesperanza mexicana.
Y luego nos preguntamos porque forman parte ya del tejido social los sembradores de droga, los vendedores, los sicarios…
Cuando empezará a sembrar marigüana este chofer agricultor que con sus dos trabajos no da abasto para mantener a su familia. Tal vez cuando le ofrezcan y le hablen de los billetes que ganaría.
“Muchos jóvenes afirman que prefieren una vida corta con comodidades que una vida larga en la pobreza”, reconoció Luis González Placencia en la reciente sesión del Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), «la prioridad debería ser proteger a las comunidades que están en riesgo, especialmente las más deprimidas».
Según el pedagogo Paulo Freire, es la misma persona oprimida en su comunidad, la que debe constituirse en sujeto de su propia alfabetización concienciadora después del diálogo comunitario sobre su realidad y sus intentos de cambiarla. Pero este fenómeno puede llevar siglos cuando no existe un agente de cambio, una mirada y trato justos que les permita a los pobres considerarse valiosos.
La superación de la pobreza vendrá de construir una identidad valiosa de los más pobres después de recuperar un pasado indígena poderoso lleno de sabidurías. Pero también de saberse hábiles para colaborar en su propio desarrollo, el de su comunidad y el de su país que lo valora. Una mirada muy distinta a la se tiene del indigente, sumiso y expectante de limosnas que le regala su gobierno o los ciudadanos pudientes.
Se critican la pasividad y tolerancia del indígena, del pobre, su tendencia a pervertirse por una torta, una camiseta o un billete pero, podría resistirse un excluido que, como observa Freire en otros latinoamericanos, no sólo está imposibilitado para leer y escribir, sino para leerse a sí mismo y para escribir su propia historia.
Una mirada cercana es el espejo necesario para que los pobres construyan su identidad; un trato de iguales es la opción para liberarse de la esclavitud a la pobreza a la que han sido sometidos millones de compatriotas que sienten (con toda razón) que no pertenecen al mundo del resto de los ciudadanos con derechos.
De otra forma ¿cuánto tardarán en aceptar el contrato que les asegure su supervivencia y la de su familia?
Probablemente el tiempo en que sean localizados.