29 agosto, 2013

MADRES PREMATURAS

Por Josefina Leroux

madres-prematuras«Después de la primera vez del susto, pasé todo un mes en el que no dormí completa ninguna noche, pensaba de repente, si estaría embarazada. De nada me servía que me hubiera bajado, seguí dudando por mucho tiempo sí realmente de veras me había salvado”.

“Desde entonces, ya no es lo mismo. Ya no platicamos ni salimos a ningún lado, lo único que él quiere es estarnos acariciando. He tenido que decir muchas mentiras para explicar en mi casa donde me meto por que en lugar de ir al cine nos vamos al parque. Ni siquiera me gusta por que me da miedo tener un bebé. El dice que me cuida, pero no creo, tengo mucho miedo”.
«Lo peor es que sabía del ritmo, de las pastillas, del condón, pero me dio pena decirle; apenas teníamos un mes de novios, pero no le tenía confianza todavía.”
«Tenía sólo 16 años, estaba terminando secundaria y ya no pude continuar. Por mi misma ignorancia dejé que pasara el tiempo, me daba pena decirle que tenía retraso. Pasaron dos meses, cuando mamá me preguntó cuando me tocaba mi regla -yo creo que sospechaba algo-; no pude más, me solté llorando y se lo dije. Se puso como loca, y peor mi papá, me insultó, dijo que se avergonzaba de mí y no sé cuantas cosas que me hicieron sentir la peor de las mujeres”.
 “Sólo una vez hicimos el acto, no terminamos siquiera, a la semana y media que me tocaba no me bajó, pasaron los días y cuando me hice una prueba ya estaba esperando. Cuando se lo dije, me respondió que abortara, que no podía casarse porque estaba muy chico. No me quedó más remedio, si mis papás se enteraban me mataban. Aborté en una clínica y después no volvió a buscarme”.

Madres prematuras
El 25% de los partos registrados por la Secretaría de Salud, son de niñas y adolescentes.
El 70 % de las adolescentes experimentan el acto sexual entre los 15 y 19 años.
Un factor determinante en nuestro país en el fenómeno de la maternidad adolescente es la escolaridad, ya que se ha encontrado que el 80 por ciento de mujeres con poca o ninguna escolaridad tiene su primer hijo antes de los 20 años, en comparación con un 10 por ciento de las que están estudiando.
El problema del embarazo en adolescentes tiene muchas implicaciones negativas para la madre, el bebé y la sociedad.
Para las menores de edad, la experiencia del embarazo es un verdadero trauma del que necesitan ayuda para poder enfrentar. La mortalidad es significativamente mayor durante estas edades, as como las complicaciones para los bebés que nacen de ellas.
 La interrupción del propio desarrollo de la adolescente es una de las consecuencias. La joven se ve obligada a dejar sus estudios para dedicarse a la crianza de un bebé, cuando ella misma aún no ha terminado de madurar.
Al convertirse en madres prematuras, las chicas sufren la terminación de una etapa de su vida y el comienzo de la adultez tan repentinamente que les es difícil tanto su aceptación como su adaptación. De hablar por teléfono y salir con las amigas a encerrarse con un bebé para cuidarlo hay un abismo enorme.
 Para agravar el panorama, a muchas de estas madrecitas se les suma la separación con el padre de su bebé. Son pocas las que llegan al matrimonio, y las que se casan, tienen un pobre pronóstico. La boda es más bien una salida para la honra familiar con escaso compromiso.
El matrimonio forzado en la adolescencia se enfrenta con muchos obstáculos; la pareja de novios puede haber compartido una intimidad física, pero es frecuente que no exista comunicación en otros niveles. A menudo, no se conocen realmente ni aman lo suficiente como para desear compartir su vida, de tal suerte que después del embarazo lo que menos quieren en esos casos es casarse, aunque contemplan la boda como la salida más aceptable socialmente.
Sin embargo, las bodas de embarazadas parecen ser cada vez más frecuentes, así como los nacimientos de hijos aparentemente prematuros; ambas experiencias estallan en las conciencias de los tempranos cónyuges que en su inmadurez no logran procesar durante meses o años.

Hijos vulnerados
Los y las hijas de adolescentes son las secuelas más preocupantes para la sociedad, ya que se ha encontrado más porcentaje de aborto, abandono, rechazo, maltrato o negligencia, que entre los hijos de padres adultos.
Los recursos emocionales de los muy jóvenes son escasos y los niveles de estrés a los que se ven expuestos por el embarazo tan precozmente, son factores que elevan exponencialmente las probabilidades de problemas. Las crisis de la adolescencia se combinan con la del embarazo, la reacción de la familia, el rechazo social, el aborto o el parto en soledad.
 No obstante, no es tan importante el evento como lo que sucede a su alrededor. El embarazo en la adolescencia tampoco es el fin de la vida ni de la felicidad, sólo una forma abrupta de empezar la adultez. Los adultos del entorno juegan un papel determinante para que la madre prematura no hipoteque su futuro y el de sus hijos después de esta experiencia, ya que requiere todo el apoyo de la familia y sociedad para salir avante; después de todo, algo tienen que ver con la premura.

Prevención

Se sabe que, a mayor educación, menor incidencia de embarazos que no se desean. Sin embargo, la educación sexual sigue brillando por su ausencia. Me refiero al dialogo honesto con niños y niñas de lo que implica su sexualidad.
Los programas de educación sexual han estado limitados a proporcionar información o imposición de valores que la familia o el grupo quieren preservar, sin tomar en cuenta las necesidades y sentimientos de los púberes.
Llegado el momento de decidir, no tienen el recurso de la autoestima ni la habilidad para detenerse a pensar qué es más conveniente para cada uno.
Si nunca se les ha permitido tomar decisiones de ninguna especie, cómo pretender que lo hagan precisamente sobre una sexualidad que les es ajena.