3 abril, 2014

ENFERMEDADES CONYUGALES INFIDELIDAD

Por Josefina Leroux

enfermedades-conyugalesLa pareja se ama realmente no permite que nadie intervenga, no cabe un tercero en su pensamiento, en su voluntad, en su querer; en la medida en que se debilita la relación por la rutina, surge la luz de otro posible amor, por que el ser humano no puede vivir sin amor.

Se cuenta que el pianista y compositor Issac Albeniz se encontraba alguna vez en Paris cuando envió a su mujer -que se hallaba en España-, el siguiente telegrama: “Ven pronto.  Estoy gravísimo”.

Cuando la esposa llego a toda prisa a la capital de Francia, encontró a su marido esperándola en la estación y parecías a primera vista, rebosar salud por todos los poros.

Un tanto indignada pregunto:

  • ¿Pero no estabas enfermo?
  • Si -contesto en músico-, gravísimo.  Estaba empezando a enamorarme.

(Anécdotas y Virtudes de J. Eugui)

Hombres como él, matrimonios así de saludables, si existen, están en peligro de extinción.

Al contrario, es bastante común que la pareja dentro del matrimonio sufra alguna enfermedad conyugal, algún desajuste o problema que pone en peligro la vida marital.

Entre las más comunes de las enfermedades del matrimonio, la pareja de hoy y de siempre ha sufrido la infidelidad.

Siempre había leído que los hombres son mas infieles que la mujer, estadísticas de diferentes países así lo revela; contradiciendo estos datos, el Dr. Gilbert Tordjman, ginecólogo, secretario de la Sociedad Francesa de Sexología Clínica y Presidente de la Asociación Mundial de Sexología, afirma -probablemente por su profesión- que el ha observado mayor infidelidad en las mujeres que en los hombres.

Agrega que el caso típico es el de la joven entre 25 y 30 años que se siente arrinconada después de varios años de matrimonio cuando el carácter romántico de la relación se ha dejado de dar, la comunicación se ha empobrecido y el marido se dedica a trabajar, hacer deporte, ir con amigos o ver televisión.

En México -concretamente en Monterrey- creo que sucede otra cosa, al menos en mi experiencia clínica, la realidad es diferente y podría decir que la proporción es de cuatro a una, es decir, por cada cuatro hombres que me confiesan haber sido infieles, solo una mujer acepta serlo.

Pero no se trata de competir, ni saber quién es más infiel, sino de reflexionar un poco sobre esta enfermedad conyugal que daña tanto al matrimonio y a sus hijos.

En principio, es importante intentar una descripción de lo que significo por fidelidad.  Pienso que fidelidad es el apego exclusivo a un amor; la veracidad en la entrega de uno mismo.

Ser fiel es ser veraz y congruente a un sentimiento, a un pensamiento, a través de acciones que permitan con su consistencia ofrecer seguridad y confianza a la pareja.

No es necesario que exista una tercera persona para ser infiel, abundan las personas que sin querer  a su conyuge, si amarlo, le miente y permanecen a su lado por cobardia, por conveniencia, por temor a enfrentarse al fin de una relación siendo perfectamente infieles.

Se puede hablar de fidelidad o infidelidad, en diferentes aspectos; algunos psicólogos hablan de una fidelidad a uno mismo, otros de una fidelidad a la pareja.

Si el amor nunca existió verdaderamente, o se quebranto y agoto, si ya no se requiere a la pareja y surge otro amor; ser fiel tradicionalmente equivaldría a experimentar la traición o infidelidad a uno mismo.

Se conocen cientos de parejas que se unen civil o religiosamente engañados por un aparente enamoramiento, que al paso de los años y a través de los problemas, lo adelgazan y diluyen hasta apagarlo.

¿Cuál sería el sentido de aparentar una felicidad y un amor que yo no se experimenta?, piensan los autores del primer grupo, ¿no sería más fiel la persona que dijera la verdad a su pareja y no fingiera o mantuviera una mentira indefinidamente?, opinan ellos.

Sin embargo, además de la fidelidad a uno mismo, existen otras fidelidades que confluyen con esta; además de la fidelidad a una pareja, la fidelidad a unos hijos y la fidelidad a un compromiso personal, social y religioso.

Seria egoísta e injusto, ser fiel a los sentimientos y deseos, sin contemplar los de la familia después de adquirir -libre y voluntariamente- un compromiso de compartir la vida y “ser una sola carne”.

Son el egoísmo, la mentira, la ansiedad por vivir el placer; el desamor en una palabra, que resumen los factores que promueven la infidelidad en todos sus niveles.

Porque ni los liberales pueden afirmar lo contrario: el amor y la fidelidad van juntos.

La pareja que se ama realmente no permite que nadie intervenga, no cabe un tercero en su pensamiento, en su voluntad, en su querer.

Es en la medida en que se fragiliza la relación, en que se debilita por la rutina y el aburrimiento que surge la luz de otro posible amor, por que el ser humano no puede vivir sin amor.

Sin embargo, el amor en ocasiones se enferma y empaña y deja de valorarse como tal, y en la duda, se expone ante una nueva pareja que deslumbra con su novedad y frescura, robando la energía para incrementar el primero, extinguiéndolo de ese modo.

Y después de la infidelidad, muchos arrepentidos, demasiadas culpas por expirar y doble fracaso sentimental por un lado, y por el otro, la eterna desconfianza y decepción que difícilmente se alivia o se perdona.

Aunque la mujer permite la infidelidad –casi por anticipado en esta cultura, cuando la sufre, es lesionada profundamente y no lo olvida fácilmente; en los casos cuando el hombre admite su error y rectifica, a veces ella con coraje deteriora más aun su matrimonio, manipulando con ese hecho por mucho tiempo, mientras él se deja y lava su culpa.

Otras veces, la mujer se deprime tanto que se abandona y aleja de su pareja para siempre, viva o no con él.

En el caso de la infidelidad cometida por la mujer, las consecuencias son peores aun, la experiencia del hombre engañando es de completo abatimiento y devastación, tanto, que excepcionalmente puede superarla y perdonarla.

La mayoría de los hombres que descubren la infidelidad de su mujer, la desprecia abierta o calladamente.

El hombre y la mujer son infieles por motivos diferentes, generalmente el hombre va en busca de la diversión, de la pasión; la mujer de la ternura y de la comunicación, ambos en la urgencia de comprensión, de sentirse valorados y amados nuevamente.

Ambos por el cansancio de esperar, pedir y reclamar inútilmente en un matrimonio estancado por fuerzas externas -amigos, trabajo, familiares-, que roba la atención de los cónyuges obstaculizando la evolución de la pareja en su amor.

También porque se enseña a mentir en esta cultura y a aparentar algo inexistente se facilita la infidelidad que, finalmente, equivale a deshonestidad y renuencia a esforzarse, que se gesta a partir de la promesa de quererse por otros motivos que el amor.

Pero, lejos de tratar de entenderla, la sociedad simplemente juzga la infidelidad sin hacer algo por remediarla.

Mas que el juicio a los infieles, la prevención del fenómeno en el fomento de valores como la verdad y el amor, es el mecanismo que puede ayudar a evitarla, para que haya más gente como el músico Albeniz, que antes de entusiasmarse con otra pareja, llamo urgentemente a la esposa.