3 septiembre, 2013

EBRIEDAD FEMENINA

Por Josefina Leroux

ebriedad-femenina“Tengo los mismos derechos que mis hermanos”, alegan las adolescentes tratando de convencer a sus padres de permisos los fines de semana para ir a los antros. Tienen razón pero se presta su búsqueda irreflexiva de equidad que experimenten los mismos excesos que oferta el mundo de las diversiones a los jóvenes. Y el alcohol es el más accesible porque cuenta con el aval de las autoridades.

La publicidad y mercadotecnia de las bebidas alcohólicas han logrado asociar el alcohol con el divertimento. Campañas millonarias han empleado para anunciar y patrocinar eventos musicales y deportivos donde promueven el consumo masivo de este tóxico. Así, la juventud se ha hecho cliente cautiva de los negocios alcoholeros.

Los efectos desinhibidores que provoca este líquido provocan que las jóvenes puedan vencer su timidez y que se atrevan a muchas cosas que sin alcohol no acostumbran: gozar de la música, del baile y del flirteo las anima a repetir la experiencia. No saben las chicas que pueden lograr mejores resultados si conscientes trabajan para madurar su personalidad. De lo contrario, aprenden que sólo bajo los efectos del alcohol pueden ser sociables y simpáticas (mientras no se les pase al nivel que pueden tolerar, porque rebasado, varones y mujeres son seres insoportables por la necedad y agresividad o extrema sensibilidad que propicia el alcohol en el cerebro.)

El gran riesgo de iniciarse en el consumo del alcohol es que nadie sabe quien tiene predisposición al alcoholismo, un problema de salud de consecuencias catastróficas. La propensión aumenta considerablemente en la adolescencia ante la carencia de habilidades y madurez, deficiencias naturales por la edad que los hace proclives a depender cuando empiezan a abusar tempranamente.

Según la organización alcoholinformate.org.mx, el 72% de los menores de 18 años beben 1.5 litros de alcohol los fines de semana. De cada 10, 6 son varones y 4 mujeres. El alcoholismo constituye uno de los principales problemas de salud pública en la mayoría de los países del mundo porque además de la consecuente adicción que genera, es causante de otras enfermedades como la cirrosis y se convierte en el puente para iniciarse en el consumo de otras substancias tóxicas.

En nuestro país, la primera causa de muerte adolescente son los accidentes los que están estrechamente relacionados con el consumo de alcohol. Pero no es solamente eso. El estado medio o completo de ebriedad también impide la toma inteligente de decisiones llevando a las jóvenes a probar drogas, perder su virginidad, tener relaciones coitales con desconocidos, embarazarse, caer en la promiscuidad y contagiarse de infecciones o enfermedades de trasmisión sexual.

La gravedad del consumo de bebidas alcohólicas por mujeres se debe a desventajas que tienen en relación al sexo masculino. El principal riesgo es su peso, mucho más ligero que el del varón que facilita que se “suba” el alcohol al cerebro. Una chica de peso mediano que tome más de 3 copas ya no está en plena facultad de su conciencia ya que su capacidad de juicio se ha reducido. Por lo mismo, la combinación de delgadez y alcohol es una fórmula fatal, con dos copas pueden emborracharse.

Vocación frustrada

El fin último del hombre es la felicidad, coinciden filósofos. El problema del estilo de vida actual es la falta de gozo en la juventud. Sin haber jugado de niños y sólo consumido juguetes, las últimas generaciones pretenden comprar la diversión y adquirir un estado de ánimo bebiendo o consumiendo drogas.

Las reglas distintas para varones y mujeres evitaban en buena parte que ellas tuvieran la libertad de elegir la opción de la juerga y la parranda intoxicada, pero la errática búsqueda de la equidad entre géneros las coloca en este pobre escenario armado por varones. La sociedad no se ha ocupado de crear ni difundir otras alternativas divertidas ni tampoco de propiciar la madurez de las menores.

Me refiero a la educación sentimental o el desarrollo de la personalidad que propicie la evolución de su conciencia para ver auténticas formas de gozo. El problema no es la libertad sino lo que se hace con este derecho por escasez de educación y alternativas. La sociedad está profundamente implicada en esta epidemia silenciosa de pérdida voluntaria de conciencia para evadir los deprimentes estilos de vida que ésta ofrece a las nuevas generaciones.

Habría que sumar a esta realidad preocupaciones heredadas que las mujeres padecen como son: su imagen, su cuerpo, su baja estima, las relaciones pobres con sus padres, con su pareja, etc., para entender como se conforma el entorno propicio para que éstas busquen evadirse con el alcohol. Desdichadamente, nadie enseña a las jóvenes a reflexionar y el proceso de alcoholismo puede ser inconsciente. Los mismos padres tienden a negarlo dada la estigmatización que provoca. Lo peor de todo es que alcoholizadas o drogadas la mitad de sus noches, las mujeres no lograrán construir mejores destinos que los varones.