2 septiembre, 2013

DEPRESIÓN ESTACIONAL

Por Josefina Leroux

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La «tristeza invernal» fue estudiada desde 1981 pero corroborada y descrita por el Dr. Norman Rosenthal en 1984, quien para ese padecimiento acuñó el término «trastorno afectivo estacional».

Un trastorno que afecta a 4 veces más mujeres que hombres por razones hormonales. La falta de sol les produce a un porcentaje de la gente un desánimo y apatía. Se ha encontrado que dependiendo de la región geográfica es la propensión a padecer esta depresión aumentando hasta 10 veces la probabilidad si es un lugar donde sea largo el invierno.
Este desorden va más allá de sentirse triste, las personas que lo padecen se sienten desde abrumadas por la vida hasta con ganas de suicidarse. Las afectadas por ese mal se aíslan, abusan de ingestión de carbohidratos y en consecuencia aumentan de peso experimentando un círculo vicioso.

Los y las depresivas empiezan a sentirse más sensibles conforme avanza el otoño, es una melancolía inexplicable aunada con una extrema sensibilidad o irritabilidad que desaparece en los meses de verano, de ahí su nombre. Otros síntomas que acompañan este desorden son: cambios de humor, mayor necesidad de sueño, dolores de cabeza, fatiga sentida, disminución del deseo, dificultad de atención y concentración. Síntomas adjudicados a la falta de horas de luz solar que se han encontrado que provocan energía vital y estimulación del sistema inmunológico.
Este es un desorden invernal que se alivia sencillamente. Con media hora ejercicio al aire libre, un tiempo igual de exposición a la luz y uso de ionizadores ambientales empiezan a ceder muchos de los síntomas. Según la Asociación Americana de Psicología este simple tratamiento ha arrojado mejores y más económicos resultados que la toma de antidepresivos.
Es que los ciclos circadianos – noche y día- involucran relojes biológicos internos que regulan el funcionamiento del cuerpo. De noche, la glándula pineal produce una secreción de melatonina que induce al sueño. El encierro, una mala iluminación o la falta de luz en el invierno fomentan este proceso causando flojera, somnolencia, apatía. Sensaciones que se consideran normales justo antes de dormir pero que incapacitan a la gente durante el día. No sólo eso. La exposición persistente a una mala iluminación puede inducir a la depresión estacional y pueden agravar dolencias como el síndrome premenstrual, la infertilidad o la inapetencia sexual.
A diferencia de la noche, la luz del día interviene en el proceso de activación de la atención y la vigilia, el aumento de energía para salir, trabajar, etc., porque la luz influye en el proceso de regeneración celular.

Antecedentes
Este desorden se presenta si coincide con la previa vivencia de eventos difíciles que generan estrés. Diferentes investigadores han encontrado que pacientes depresivos estuvieron sometidos antes de sus crisis a conflictos que los especialistas jerarquizaron según la pena que causan a la gente. En primer lugar, las personas de sus muestras dijeron sentirse muy afectadas por amenazas a la identidad sexual, dificultades conyugales, cambios en su trabajo, enfermedades personales graves, muerte o enfermedades de seres cercanos, en ese orden de importancia (Left, Roatch, Bunney,Paykel,Brown). Estas situaciones colman el ánimo de la gente y les rinde ante un futuro que no les ofrece sentido.
La depresión se presenta cuando se experimenta un desamparo que inspira un arsenal de pensamientos negativos caracterizados por ideas pesimistas de desesperanza y autocompasión.
Como todas los padecimientos, también la depresión es una forma de comunicación por la que alguien pide auxilio y se reclama la incapacidad de los demás para satisfacer sus necesidades. Pero también comunica la afectada su pobre visión de sí misma, su dolor, su miedo ante la vida.
Las personas que aprenden a deprimirse se ven a sí mismas como víctimas de la existencia, impotentes ante un destino que sienten no poder controlar. Por eso, la terapia consistente en reconocer esas formas de pensar ha demostrado ser la más efectiva en el tratamiento de esos desórdenes afectivos. Es una forma de enseñarles a ser optimistas o al menos realistas.
La importancia del ejercicio, a su vez ha demostrado que amén del aumento de la circulación cerebral de endorfinas -las hormonas del placer-, aumenta el tono muscular, lo que les hace sentir más fuertes y más seguras a las depresivas. Mejora su imagen corporal y estimula su autoestima. El establecimiento de una disciplina mejora su confianza y seguridad para alcanzar otras metas, una forma de combatir directamente su desesperanza.