30 octubre, 2013

DE UNA GENERACIÓN A OTRA

Por Josefina Leroux

generacion-a-otraEl feminismo llegará a su climax cuando una mujer pueda pedir en matrimonio al varón que ama.

El drama de las mujeres sigue siendo tener que esperar a ser elegidas y para que eso suceda, deben hacer méritos que les impide ser auténticas ni felices, mientras el matrimonio siga siendo un imperativo para ser.
Hoy reúno testimonios de mujeres de otra generación que ofrecen sus experiencias a las más jóvenes. Así, literalmente me han pedido muchas, que cuente su historia para otras no sufran lo que ellas.

Laura
__Si volviera a ser joven, decía Laura, sería más fiel a mis sentimientos en lugar de fingirlos. Nunca me atreví a expresarle a aquel muchacho mi agrado de estar con él. Temblaba ante su presencia pero mi madre me había enseñado a ocultar mis pensamientos también.
__“”A los hombres no les gustan las mujeres fáciles mi hijita, solía repetirme. Lo peor es que me lo creí y callé para siempre. También lo creen los propios jóvenes que no saben distinguir entre una mujer auténtica y una actriz que los quiere engatusar con una máscara de virgencitas. Mi hermano se casó con una y ha sido infeliz por años. Ella dice que el sexo no es todo en el matrimonio, lo rechaza constantemente después que tuvo a sus hijos, a los que se aboca en pleno.
La recuerdo muy bien. Era de las que se la pasaba en misa. Mi hermano decía que era muy buena, en cambio mi amiga, con la que salió un tiempo terminó por despreciarla porque decía que era chica fácil. Ella si que lo amaba. Qué idiotas son los hombres, se casan con la que creía que era “buena” haciendo caso a dictados sociales y luego extrañan la rica compañía de las chicas que se ganaron el rótulo de “malas” o “locas” por ser cariñosas y espontáneas. ¡Qué absurdo!
Qué tonta fui al parar el latido de mi corazón para que no hablasen mal y quisieran casarse conmigo.

Carmen
__Me casé, me confesó Carmen, por casarme, para no quedarme soltera. El amor nunca llegó ni de un lado ni del otro.
El se casó con la que creyó que era. Yo con él único que pudo comprometerse__ decía entre lágrimas. Después que tenía autorización de satisfacer mis deseos, mi esposo me decía empalagosa. Me sigue huyendo cuando quiero acercarme.
Claro, ahora sé que él se da vuelo con la pornografía, pero a mí me mantiene a dieta.

Silvia
__Tuve dos novios pero nunca les permití caricias ni acercamientos íntimos. “Son pecado”, me habían dicho en la escuela. En realidad el segundo nunca intentó sobrepasarse, yo creía que era muy respetuoso. Me casé con él muy joven y muy ignorante pues ni amigos había tenido porque a mi padre le parecía incorrecto que me hablaran o visitaran, aún sin tener novio. Yo era su primera novia y yo me sentía muy orgullosa de ser la única. En la luna de miel se terminó la felicidad. No me tocó pues según él estaba cansado, le dolía el estómago, tenía alergia, etc. Antes de regresar, de tanto insistirle me hizo, lo que yo pensé que era el amor, reclamándome que yo era muy egoísta e incomprensiva, pues él se sentía muy mal. Hasta culpable me hizo sentir.
Para colmo de mala suerte, con esa vez tuve para embarazarme. Doy gracias a Dios por un lado, pues tuve una niña sana y preciosa, pero me ató al matrimonio mucho tiempo.
Después de unos años me enteré que mi esposo era gay y que se había casado conmigo por la presión que tenía en su familia. Se me cayó el mundo encima. Hasta que decidí el divorcio y pedí la nulidad matrimonial. Fueron años terribles. Ahora quisiera decirle a todas las chicas que tengan varios novios, que se besen y tengan manera de darse cuenta si son deseadas antes de casarse.

Isabel

__Me enamoré perdidamente, contaba Isabel. Era un hombre muy seguro, dominante. A mí me encantaba pues había tenido un padre mandilón, del que aborrecía su actitud. Era tan buena gente que todos el mundo le veía la cara, lo transaban, dejaban de pagarle y nunca hacía algo. Mi novio empezó a decirme que no le gustaban mis amigas por chismosas. Luego me pidió que me saliera de la carrera, él tenía mucho dinero y aseguraba que nunca iba a necesitar trabajar. Me acompañaba a todas partes y yo estaba feliz porque lo interpretaba como amor. ¡Qué pobre amor concebía!
A mi madre le encantaba porque era muy formal y de una familia muy importante. Compró casa y puso fecha de la boda sin preguntarme, pero no me daba cuenta que no me tomaba en cuenta ni le importaban mis opiniones ni sentimientos. No me amaba, en una palabra.
El primer problema ocurrió en la luna de miel, fuimos a una playa y obviamente me puse traje de baño que a él le pareció descarado. Estando en la playa me armó una escenita pues dijo que un chavo y yo, estábamos coqueteando. Llegamos al cuarto y no salimos en dos días. Quería todo el tiempo tener relaciones de todas formas y por todos lados. No podía excitarme porque pedía pero no me daba caricias.
Al quinto día me negué a tener relaciones porque estaba muy lastimada y me golpeó. Según él, para eso era la luna de miel. De ahí en adelante, empecé a darme cuenta del tipo violento con quién me había casado. Nunca he sido feliz, sigo presa por miedo. Le he pedido el divorcio pero me amenaza que sólo muerta saldré de su casa.

Estas historias son comunes, son voces de una generación que hablan de sus amores frustrados. Las mujeres que las sufren fueron jóvenes que ansiaban casarse para formar una familia, tener niños y ser felices. Se guiaron por mitos y los dictados de una sociedad irreflexiva. No se dieron cuenta que su comunicación era superficial y engañosa y siendo así, se casaban con desconocidos. Sin conocerse ellas mismas, no pudieron conocer al otro y, por presión social, se conformaron con su destino de ser elegidas según las necesidades de todos menos ellas.