20 diciembre, 2020

BIENVENIDOS A SU CASA

Por Josefina Leroux

El Gobierno en turno, en su nombre y el de todos los anteriores, debiera pedir perdón a los migrantes porque no pudieron impedir su huída.

Los migrantes mexicanos fueron desplazados de su tierra por la pobreza o la violencia. Se fueron a Estados Unidos huyendo de la tragedia para sobrevivir; lo hicieron de la única forma posible para ellos, sin permisos.

Cuando vemos videos del famoso tren que recorre México hasta la frontera del norte conocido como  La Bestia, podemos imaginar las condiciones de vida y urgencia que tienen las personas para decidir correr los riesgos que ese viaje implica a un futuro incierto. Más que valientes los calificaría de reactivos e inconscientes de toda la complejidad que su determinación conlleva; si se detuvieran a pensar reflexivamente quizás no podrían decidirlo.

Es el logro de muchos lo que más les anima. A la par de desgracias publicadas, conocen  historias entrañables de otros que logran establecerse en un país sin hablar su idioma, disponiéndose a aceptar horarios y trabajos  que, como dijo el presidente Fox  crudamente, ni los negros aceptan.

Los  migrantes mexicanos tienen muy claro lo que quieren, cambiar el destino de ellos y el de sus familias. Pueden ganar la mitad de los ciudadanos estadounidenses, pero siempre es mucho más de lo que podrían percibir en su país natal,  un hecho vergonzoso que no asumen los jefes de gobierno de este país. En contraste, los expatriados son tan derechos que gran parte de sus ingresos los mandan a familiares sumando sus remesas en el año 2016, la cantidad de 27 mil 839 millones de dólares (El Norte), superando el máximo histórico registrado en el 2007  (El Economista). En el 2020, sumaron 33 mil 564 millones de dólares, no obstante la pandemia de Covid-19.

¿Qué significa que los despojados de la patria, los incontratables en su país, los más pobres y los violentados aporten esas sumas de dinero? Las remesas representan 2.3% del Producto Interno Bruto (PIB) mexicano y, junto con la Inversión Extranjera Directa (IED) y las exportaciones de petróleo, son una de las principales fuentes de ingresos externos del país (El Economista). 

Al cruzar la frontera, los desplazados asumen un nuevo orden y leyes, no sólo la cumplen al pie de la letra la mayoría, se enfocan y aprovechan el tiempo, se abocan a lo que van, a trabajar.  Están allí para juntar dinero para sus hijos y poderles pagar estudios universitarios. Saben que sólo eso cambiará su futuro. Los dreamers son la prueba más visible. 

En Navidad, las caravanas de migrantes regresan cargados  como Santa Clauses, llenos de regalos para su gente, con la cartera llena para convidar su bonanza a familiares, compadres y vecinos. Vienen a dar un abrazo a su madre y a recibir de nuevo sus bendiciones, vienen a ver a sus hijos crecidos,  regresan a los brazos de sus mujeres y a dejarse consentir por ellas. Recorren muchas millas para comer una sopa caliente, unos huevitos rancheros, sus frijoles y tortillas con verdaderas salsas. La comida es una de las cosas que más extrañan de la propia tierra.

Miles de emigrados seguirán llegando deportados y México puede seguir cambiado su historia, si los recibe no con extorsiones ni abusos como acostumbra  sino con oportunidades. Empresarios y gobernantes pueden aprovechar esa estructura mental que el país de primer mundo les enseñó brutalmente. Hay que reconocerlo. Los migrantes aprenden a ordenarse, a sistematizar, a trabajar eficientemente en un país donde existe un Estado de Derecho, en un país donde se reconoce y se paga bien por su trabajo. Lejos de lo que opina el Presidente electo del país del Norte.

 “Si en México tuviéramos la productividad que tienen los mexicanos en Estados Unidos nuestro PIB sería del doble”,  afirma Francisco Lelo de Larrea, Subdirector de investigación económica del CEESP.

Debe quedarnos muy claro, porque el cambio ya no es un proceso lento del que vemos pocos resultados, si las condiciones son desfavorables, esos  trabajadores extraordinarios pueden caer en las viejas mañas mexicanas, donde la transa es la palanca más eficiente.

Cambiemos la historia de esos migrantes y de todos los mexicanos para que nuestros compatriotas no tengan que huir de México; abracemos a esos chivos expiatorios de los infiernos que han sufrido. El país saldría ganado con creces de su regreso si sabe aprovechar el potencial que se llevaron y ahora traen incrementado.     

Publicado en El Norte, Dic.2016