4 marzo, 2014

APOCALIPSIS DE UNA CULTURA

Por Josefina Leroux

apocalipsisQué difícil ser y hacer pareja con alguien. 

Es uno de los problemas más frecuentes que la gente consulta profesionalmente, su dificultad para conseguir, conformar o mantener a salvo una relación de pareja.
Vivimos en una cultura que presiona a casarse, pero niega los recursos para hacerlo felizmente. La soltería termina para evitar la profecía de sentirse sola la gente, pero al cabo de los años se da cuenta que la más dolorosa de las soledades se vive en compañía.
Parece que fuésemos las mitades castigadas por los dioses que Platón describió en su obra.
¿Será que nuestra naturaleza sexuada nos dicta ese destino al que no podemos escapar?, o
que la institucionalización de vivir en pareja le conviene a la sociedad para resguardar un orden?;¿quizás para alentar una sociedad de consumo de fundar nuevos hogares?

La escritora Evelyn Suteroll dice que es más fácil cambiar un hecho biológico que un hecho cultural .
Nuestra naturaleza humana es sexuada pero, a diferencia de otras especies, es libre para elegir si vivir o no en pareja.
Pero si la sociedad nos hace sentir y pensar que estamos incompletos si no formamos una pareja, acabaremos por creerlo y nos sentiremos infelices si no tenemos una.
Nuestra cultura provoca una obsesión por tener una pareja lo que paradójicamente causa un sin fin de dificultades para lograrlo, no solo a los adolescentes conseguirla, también a los adultos y a los viejos seguir al lado de alguien.
El hecho mismo de la obligación opaca el encanto que tiene conquistar a la pareja. Se sabe que el enamoramiento dura apenas pocos años, alrededor de tres; el erotismo pierde su poder ante la eterna disponibilidad, y el amor tiene tan pocas fuentes de alimentación en un estado de sitio como el que se vive en el matrimonio.
Las parejas que acuden a consulta se quejan de desamor. Curiosamente, al cabo de profundizar un poco en sus dolencias, admiten que se casaron por otras razones que sus verdaderos afectos; a veces por conveniencia, por desesperación o por soledad.
“Es que me agrede, no me toca, me deja por los amigos, me engaña, me ignora, me maltrata, es fría, me rechaza, no me atiende, me critica, me descalifica, me hostiga, me humilla, me pisotea, se burla, me grita, me amenaza, me descalifica, me amedrenta…, -lamentan”.
Pero allí siguen por que tienen miedo a enfrentarse solos al mundo, tienen pánico de lo que diría y haría su sociedad, si abdicaran.
Claro que existen parejas maduras y felices, aunque desafortunadamente las menos.
Las parejas ‘celestiales’ existen excepcionalmente; la mayoría que aparenta serlo, encubre enormes secretos que les carcome por dentro.
Desafortunadamente, los hijos nacen para ser testigos de la fortuna o desdicha de la pareja de sus padres, los que se escudan en ellos a veces para no decidir.
Ni siquiera se dan cuenta muchos, del daño que hacen a su familia; son tantos o tan graves los problemas que sufren, que algunas veces los rebasan.

Recuerdo una frase impactante de la película El Príncipe de las Mareas en una de las primeras escenas, cuando salen corriendo dos niños, de la mano se echan al agua, y alguien recuerda: ‘en la guerra de nuestros padres los únicos prisioneros fuimos sus hijos’.
No obstante como estar casado es importante, la pareja permanece en medio del llanto, de la violencia, del vacío o la soledad.
Sigue casando la gente, aunque en el fondo sepa que no debiera por que no ama del todo. Se casa para cumplir con el mandato social más que biológico o psicológico, pues éste no necesita firmas ni bendiciones para cumplirse.
Se casan para pertenecer a una sociedad que en la edad adulta así lo exige; se casan por que les dicen que así lo manda su Dios; para ganar el estatus de estables y serios. Se casan algunos para salirse de las casas de sus padres a lo que ya no soportan o para encontrar alguien quien las mantenga o les atienda.
Se casa la gente para ingresar a una mejor familia, unir capitales o simplemente para reproducirse.
Los matrimonios por amor tiene muy poco en la historia de la humanidad y aún cuando se supone son el origen de la mayoría en estos tiempos, realmente son una excepción.
El índice de divorcios en aumento habla mucho de la institución del matrimonio hoy día.
Ni siquiera el amor los garantiza, al contrario, opinan algunos, por que antes, cuando los matrimonios se hacían abiertamente por conveniencia de las familias, eran más duraderos que los actuales que se llevan al cabo por presiones.
Si se casa uno por amor y el amor se apaga o se acaba, ¿qué sentido puede tener?
Antes la gente se casaba para toda la vida, las funciones que debía cumplir cada uno estaban claras y aceptadas por todos y cada uno, no había opciones. Si ocurrían problemas en el camino, no cabía casi nunca la posibilidad de separarse.
Sin embargo, no significaba que los casados fueran muy felices, importaba poco que lo fueran, era el sentido del deber lo que importaba en todos los órdenes de la vida; tenía que cumplirlo cada uno, sin importar el sacrificio que implicara.
Pero llegó el momento de la historia de abolir esclavitudes, y la mujer se colocó en la fila para ejercer por fin su libertad activando un gran cambio. Un sin fin de crisis se viven desde entonces en la pareja en busca de un nuevo equilibrio.
Pero la sociedad no perdona todavía a las mujeres, su rebelión a los guiones asignados para ellas desde hace siglos. ¡Cómo!, si son parte de su naturaleza -piensan los mas conservadores, que van mezclándose con los de mente más flexible, quienes independientemente del sexo ya comparten las tareas antes exclusivas de un solo sexo.
Ha tenido que pasar la mujer por multiplicar responsabilidades, para que la dejen desarrollarse en otros quehaceres distintos a la maternidad. Ha tenido de esforzarse lo doble, para mostrar sus capacidades en el trabajo; se le ha obligado a soportar agresiones y violaciones a muchos de sus derechos por romper el paradigma. El paradigma de lo que se pensaba que, o lo que había sido conveniente creer que formaba parte de su naturaleza. Estereotipos que ha fuerza de repetirse consumieron la libertad de las que fueron dotadas también sus naturalezas.
Muchas batallas se han librado en esta transición, muchas faltan por ganarse.
Cada vez más parejas las viven hoy; buscando y ensayando, en medio del apocalipsis de una cultura de género que da sus últimas patadas; interesan a los y las jóvenes nuevas fórmulas que satisfagan sus necesidades y les permitan alcanzar sus ideales. Parejas, desinteresadas ya, en seguir complaciendo a una sociedad despersonalizadora que los sacrifique para mantener su orden.