ANTES Y DESPUÉS
Cada día, más novios están teniendo relaciones sexuales íntimas antes de casarse; disfrutan su pasión pero algo sucede después de la boda que todo cambia.
Después de dos años, son esporádicos sus encuentros y para los cinco terminan convertidos en compañeros de cuarto; algunos se llevan bien, tienen muchos amigos, sin embargo, entre ellos se acabó el deseo.
No se dan cuenta que a los años de casados deben agregarles 3 o 4 que compartieron la cama. Además de los años de convivir cotidianamente y compartir una rutina, hacer más de lo mismo puede aburrir a cualquiera.
La mayoría de las parejas que llegan a consulta por escaso o nulo deseo sexual, ambos trabajan fuera de casa o tienen una vida social. Sus tareas los agotan a lo largo del día de manera que cuando llegan a casa están extenuados.
De novios se daban tiempo juntos, se escapaban solos e inventaban momentos románticos. El tiempo que dedican a su intimidad después de casarse se ha reducido al instante de acostarse cuando los dos están cansados.
El no tenerse del todo antes, provocaba interés y creatividad para encontrarse y encantarse. Pero, una vez firmado el contrato nupcial, psicológicamente se sienten seguros de la permanencia de la pareja . Concientes o no saben que ahí está y estará el o la otra, así que pueden hacerse otras cosas, al fin y al cabo para acurrucarse tienen todo el tiempo, la vida entera…
Y pasan los días, las noches… y el tiempo consume las ganas de complacerse. Sin pasión, empiezan a verse distantes uno a la otra.
Hacer el acto sexual no es lo mismo que hacer el amor. De novios se amaban, participaban activamente en complacerse, pero poco a poco se conformaron con menos.
Después, cuando mucho se tocan un poco para inmediatamente, y en automático, penetrarse.
Los encuentros en esas condiciones se vuelven monótonos, desabridos, tanto… que ya ni se les antoja repetirlos. Y el deseo pasa a un periodo de hibernación.
Cada uno culpa al otro porque ya no les causa inspiración. El erotismo lo llevan ambos dentro pero ni lo perciben.
La relación de pareja es dinámica, se comporta como las estaciones del año. Hay primaveras, veranos, otoños e inviernos… Pero a veces los inviernos son muy fríos o demasiado largos, de manera que llega a creerse que nunca cambiarán las condiciones.
No se dan cuenta que el calor pueden generarlo ellos, como también un encuentro “primaveral“ donde abunde la frescura.
En terapia de pareja se les pide a los desganados que eliminen el acto sexual de su repertorio por un tiempo y que se aboquen a recrear la sensualidad.
Que no la sienten, que no les nace… No importa al principio, es miedo en el fondo a sentirse rechazados o frustrados.
Se pide a la pareja que sortee el turno para saber a quién le toca recibir la próxima vez. El que gana debe pedir que lo acaricien y será su papel guiar durante 15 minutos, dónde y cómo quiere ser tocado sin palabras, es decir, tomando la mano de la pareja y conduciéndola.
Después de este tiempo se invierten los papeles.
Al menos dos veces a la semana se encargarán ambos de que los encuentros sean deliciosos, estando conscientes que, cuántos más sentidos involucren más gratificante será la estimulación. Me refiero al uso de aromas, aceites suavizantes, flores, alguna bebida especial que disfruten, buena música, etcétera.
Sin saber como, este tipo de encuentros, si existieron alguna vez (antes de la terapia), van quedando en el olvido hasta que las relaciones cada día se vuelven más frías y aburridas; cómo no iba a darles flojera si son tan desabridos y tan poco excitantes los encuentros…
No deben olvidar que el acto sexual está prohibido en las primeras semanas de la terapia. Antes de practicarlo, es necesario aprender a hacer auténticamente el amor.
Primero rescatan el erotismo en su piel, las sensaciones ricas. Más tarde recordarán los mejores besos, se pretende inventar también algunos nuevos. Se vale cualquier cosa pero siguen prohibidos los genitales.
La sexualidad en occidente se ha genitalizado en demasía, y se ha emprobrecido en consecuencia. Toda la piel es erótica, pero es necesario vivirla para aprender a disfrutarla.
Si lo logra la pareja, habrá pasado la prueba y habrá recuperado el deseo…