22 octubre, 2013

ANGELES O DEMONIOS

Por Josefina Leroux

angeles-demoniosA finales de este siglo, los adolescentes se han convertido en uno de los grupos más amenazadores de la población. La principal causa de muerte entre ellos son los accidentes asociados al consumo de alcohol y drogas.

La violencia en sus manos ha cobrado muchas vidas en varios países -incluido el nuestro.
La muerte no les asusta, al contrario, la retan constantemente; se le arriman provocándola.
Los asesinos del pasado eran adultos, ahora, cada vez son más jóvenes. Son adolescentes que matan o hieren a sus padres, a sus compañeros o vecinos, o a otros niños.
Al principio pensamos que eso sólo ocurría en países como E.U. , en países diferentes al nuestro.
Pero está empezando a suceder aquí. Hace un par de días se publicó en los periódicos que para pedir un rescate, dos menores habían secuestrado a un niño de 7 años y después lo habían matado. Hoy mismo, se informó de un menor joven que había disparado a otro.

Hace muy poco, los adolescentes no existían. De ser un niño, se pasaba abruptamente a las responsabilidades de una persona mayor.
Los adolescentes ocupan muy poco tiempo en la historia como grupo social con características particulares propias, apenas desde los años sesenta de este siglo. Sin embargo, hoy día representan el mayor porcentaje poblacional en nuestro país e incluye un rango de los 10 a los 18 años.
La adolescencia –el concepto- surgió después de la última guerra mundial, de la explosión de nacimientos de bebés y la necesidad de prolongar algunos años más su entrada al mundo laboral; de una especie también de sobre protección hacia los hijos después de la pesadilla de las guerras; y de la propia organización de muchachos y muchachas en la protesta de la larguísima guerra de Vietnam en la que murieron sus hermanos, novios y amigos.
Desde entonces, inventaron sus símbolos, compusieron su música, adoptaron una moda muy distinta a la de los adultos, y empezaron a ganarse espacios propios.
Los sentimientos de culpa de los adultos por sus errores y fracasos, provocaron compensar a los hijos con privilegios excesivos y gratuitos, alternados con incontrolados brotes de violencia o franca negligencia, lo que fue propiciando una notoria pérdida de autoridad.
La propia inconsistencia de los adultos, su incongruencia, su hipocresía redondearon su impotencia para proponerse como dignos modelos a seguir por sus hijos, de tal suerte que sus sermones y discursos perdieron significado.
En lugar de aprender a escucharlos, de hablar de sus necesidades; los adultos optaron por imponer su autoridad así como lo habían hecho sus antecesores, pero, después de haber mostrado su fragilidad los jóvenes lejos de obedecerles, se rebelaron.
Es que la problemática adolescente no es independiente de la adulta. Si se quejan algunos de la ausencia de valores de los jóvenes, es por que los adultos no supieron transmitírselos.
Entre los factores comunes en la problemática adolescente se asocian: abandonos en su infancia, malos tratos, violencia física, abusos sexuales, privación afectiva…
Precisamente son estas condiciones de vida los que subyacen en síntomas como promiscuidad, delincuencia, alcoholismo, drogadicción, prostitución, violencia.
La sociedad acusa a los medios de muchos de los problemas actuales, ciegos a la irresponsabilidad paterna o materna. Por que en el espacio de la psicoterapia, podemos darnos cuenta que la mayoría de los trastornos emocionales se fraguan en casa, al lado de la familia.
Y no hablo de la desintegración familiar necesariamente; existen muchas familias unidas sin embargo, sin el compromiso afectivo entre la pareja, o hacia sus hijos. Conozco padres aparentemente ejemplares, que son perfectos autoritarios creyentes que la única forma de comportarse es la que ellos exigen. Madres, que en el afán de que sus hijos sean mejores, no hacen otra cosa que criticarlos y corregirlos. Y así, rechazando sus imperfecciones, exigiéndoles la perfección, los descalifican y agreden sin darse cuenta.
Recuerdo el caso de un chico alcohólico y después drogadicto, aparentemente su familia era muy buena, nadie podría darse cuenta de la problemática siendo una familia ‘integrada’, religiosa, trabajadora, etc. Sin embargo, cuando el joven describía sus relaciones familiares
retrataba una madre fría y rechazante, así como a un padre negligente y distante con el que nunca pudo identificarse.
La mayoría de los problemas se gestan en la familia, resulta necio negarlo, así que de poco sirve permanecer unidos si no existen el amor y el contacto cálido entre los miembros.
Los hijos -de todas sus edades- necesitan un padre y una madre que se amen y los amen; el amor representa el mejor alimento para una vida emocional sana.
Los jóvenes no le tienen miedo a la muerte por que viven en ella.
Algunos chicos (as) tienen muy poco que perder al vivir al filo de la existencia, entre la vida y la muerte. ¡Y cómo no!, pues sentirse solos, rechazados o vacíos, no les ofrece suficientes motivos para defender o cuidar su vida.., ni la nadie.

La primera causa de muerte en los jóvenes son los accidentes.