12 septiembre, 2013

AMOR INCONDICIONAL

Por Josefina Leroux

mama-queridaEl Amor sólo sabe una palabra: SIEMPRE.  –Jerónimo Verduzco, O.F.M.

Dicen que el amor de madre es el más parecido al de Dios. ¿Será? Los y las psicólogas lo dudamos ya que unas de las causales comunes de las personas que piden ayuda profesional son, precisamente problemas con la madre sus desamores.

Y no sólo por mi práctica profesional lo digo sino por mi experiencia personal como hija y como madre.
Me refiero a que como niña, lo que hacía o dejaba de hacer mi madre; lo que decía u omitía, tenía un poder que ninguna otra persona en mi vida ha tenido para consolarme o lastimarme sin siquiera darse cuenta.
Años más tarde, al convertirme en madre me doy cuenta que el amor incondicional es dificilísimo y que tropieza con insignificantes detalles surgidos en el día con día
que no tiene relación con los hijos pero que reducen la calidad de atención o comunicación con ellos casi, irremediablemente. Es el cansancio o los propios problemas los que aturden y roban el esmero y la deferencia de los más queridos.
Es el exceso de confianza de la fuerza del cariño sentido, lo que
pospone habitualmente muchas expresiones de cariño que pueden quedarse pendientes para nunca ofrecerlas a los y las hijas nuestras.

Protagonismo

Convertirte en madre es un gran acontecimiento, por el simple hecho de serlo te vuelves, o al menos, te sientes importante.
No me cabe la menor duda que ser madre ofrece enormes gratificaciones.
Mentiría si no admitiera que, alaba y halaga nuestro “ego” como pocas cosas.
Eso del día 10 de mayo, el homenaje, las cartitas, los regalos y las serenatas son parte del culto que se ofrenda a la madre en nuestra cultura.
Se da por hecho el amor materno, tanto que, si un hijo siente malestar con ella,
primero se culpa que dudar del cariño de aquella que le dio la vida.
No importa que a muchas mamás ni se les ocurra amar incondicionalmente a los hijos para que sean felices, y sean autónomos e independientes algún día.
Su buena intención siempre se valora, no obstante que para un nutrido número de mujeres, la maternidad simplemente sea una actividad diaria que les ofrece sentido a sus vidas que les permita cumplir la misión que Dios, supuestamente les encomendó.
Se legitima la vocación de serlo por el hecho en sí y para realizarse, a pesar de que los hijos jueguen un papel secundario al lado del estelar que asumen ellas.
Para algunas de estas madres, hacer su tarea a la perfección es su objetivo, de manera que los logros de cada hijo son como diplomas de honor cargados de reconocimiento, vividos con deméritos si los hijos e hijas fallan a los planes que tenían programados que cumplieran. Desheredados serán, a menos que, sean buenas, dóciles, obedientes, estudiosos y trabajadores.
Otras también muy comunes puede confundir el afecto con su complacencia o sobreprotección, que igual son distintas al amor incondicional porque después de todo, pueden hacer terrible daño a los hijos. Amar significa procurar el bien, propiciarlo siempre. Pero el bien del hijo no el propio.

Ejercicio del amor

Resulta fácil cuando los hijos son como hechos a la medida de nuestras necesidades, entonces si que es fácil quererlos, aceptarlas y amarlos. Pero, qué sucede cuando es muy travieso o se porta mal en todas partes, cómo reaccionamos si de adolescente tiene un carácter estruendoso o exótico. Esas son las pruebas que ponen a prueba el auténtico amor.
Y luego, ¿si es floja o canijo?, ¿si bebe de más o elige una pareja que no va con los gustos de la madre? Esa que se ama más que a sus hijos quizás los coercione o manipule hasta lograr lo que ella quiere de sus descendientes.
En la expresión del amor de una madre si que interfiere la voluntad.
Es una decisión amarlos la que se hace cuando después de muchas semanas en el vientre, el bebé pasa milagrosamente a los brazos.
¡Qué largos parecen los primeros años!, ¡qué arduo el esfuerzo y la disciplina y los cuidados de cada día! Qué digo de cada día, de cada instante…
Para que después crezcan y se vayan.
Eso es lo más difícil tal vez. El desinterés.
De lo contrario parece más bien una buena inversión, parir a un hijo, educarlo para que bien trabaje y luego me mantenga, ¡qué chula mamá!
No creo que ese sea amor verdadero. El amor honesto no cobra los afectos, ni los desvelos. El amor auténtico se da sin hipotecar el futuro, por eso excluye las expectativas y reclamos. Ellos pueden irse cuando estén listos.